El proceso de inversión y las fuentes de financiación de una startup

En España, el movimiento emprendedor comenzó a surgir con fuerza justo después de que la crisis irrumpiera en el escenario económico. Así, su repercusión llegó al ámbito legislativo, publicándose la conocida Ley 14/2013 de apoyo a los emprendedores y su internacionalización. Dentro del ecosistema startup, uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el emprendedor cuando decide iniciar su proyecto y hacer crecer su negocio es la obtención de recursos financieros. Así, dependiendo de la fase de madurez en la que se encuentre la compañía, la búsqueda de financiación irá encaminada a alcanzar unos determinados objetivos establecidos de antemano.

En la fase semilla, el emprendedor generalmente se encuentra desarrollando su producto o servicio y todavía no lo ha lanzado al mercado. La financiación en esta etapa suele cubrir, entre otros, el proceso de investigación, la definición del producto o el desarrollo de prototipos. Se trata de la fase con mayor riesgo tanto tecnológico, ya que la tecnología podría no llegar a funcionar, como de mercado, ya que los potenciales clientes podrían no estar dispuestos a adquirir el producto o servicio que se está desarrollando o no en las cantidades y/o al precio necesario para que resulte rentable.

En esta etapa inicial, la financiación aportada por los fundadores constituye un elemento esencial. Si los fundadores no arriesgan y apuestan por su proyecto empresarial (en la medida de sus posibilidades), será muy difícil que el resto del ecosistema lo apoye y lo financie. Por tanto, más allá del importe, esta financiación tiene un gran valor simbólico. Además, es muy habitual que en esta fase el emprendedor recurra a programas y líneas de apoyo a emprendedores (premios, viveros, incubadoras, aceleradoras) y a ICOs (Initial Coin Offerings). Asimismo, para dar los primeros pasos, el entorno más cercano de los fundadores es la fuente de financiación que éstos tienen más a mano. Recurren, por tanto, a las denominadas 3F’s: Family (familia), Friends (amigos) and Fools (locos).

Cuando la empresa ya se encuentra en la etapa inicial de entrada en el mercado, la startup inicia la fase de arranque, en la que normalmente ya está cerrando ventas y facturando, pero aún no genera beneficios y, por eso, sigue necesitando financiación externa. Los recursos en esta fase suelen ir destinados, entre otros, a la expansión del equipo, la comercialización o el marketing. En este punto, normalmente ya ha desaparecido gran parte del riesgo tecnológico, pero sigue existiendo el riesgo de mercado.

En esta fase se produce la entrada de los primeros inversores, generalmente Business Angel y Venture Capital. ¿En qué se diferencian los unos de los otros? Los primeros suelen aportar cantidades menores y en una ronda anterior que los Venture Capital. Además, los Business Angels invertirán su propio dinero realizando tareas adicionales de análisis, seguimiento o monitorización del proyecto, mientras que el Venture Capital invierte por lo general con dinero de terceros.

Por otro lado, es habitual también que los fundadores recurran, a sistemas de financiación colectiva, el denominado crowdfunding, donde se agrupan muchas aportaciones individuales de diferentes importes y desde cantidades relativamente pequeñas para cubrir las necesidades del proyecto.

En esta fase, la primera ronda de inversión suele denominarse Serie A y las posteriores van nombrándose sucesivamente Serie B, C, D, etc.

Cuando la startup alcanza la fase de expansión, crecimiento o escalamiento, con carácter general el negocio ya está consolidado en el mercado y genera beneficios, pero continua necesitando financiación adicional para, entre otros, acelerar su crecimiento, acceder a nuevos productos o mercados, internacionalizarse o adquirir otras empresas. Suelen ser inversiones de mayor importe en las que el riesgo se ha reducido considerablemente ya que existe una trayectoria histórica y es más fácil hacer proyecciones financieras realistas y fiables.

En esta etapa generalmente encontramos la actividad del capital riesgo, desarrollada por un equipo de profesionales estructurados, que van a gestionar en su mayoría recursos de terceros (Fund Raising). Dentro de esta industria, encontramos a los ya mencionados Venture Capital (VC) y a los Private Equity (PE). Mientras que las inversiones de los Venture Capital se centran en fases de desarrollo más tempranas y con “tickets” menores (aunque mayores que los de los Business Angels), los Private Equity invierten en proyectos en fases más maduras y los volúmenes de inversión manejados son superiores a los del VC.

En el proceso de búsqueda de inversores, con independencia de la etapa y del tipo de inversor, resulta básico que el emprendedor cree el documento por antonomasia: su plan de negocio o business plan, es decir, una hoja de ruta que sirva de guía y en la que se defina claramente la planificación estratégica de su negocio y su posterior desarrollo.

En definitiva, son diversas las fuentes de financiación a las que el emprendedor puede recurrir, pero para salir al mercado a buscar los recursos necesarios, es importante conocer en qué fase de madurez se encuentra la startup, qué objetivos se pretenden cubrir, así como, contar con un elaborado plan de negocio o business plan que analice la viabilidad del negocio.

El proceso suele ser complejo y requiere de la participación de asesores que te acompañen durante todo el camino. Idealmente desde la negociación preliminar, pasando por la elaboración de acuerdos de confidencialidad (Non Disclosure AgreementNDA”), cartas de intenciones (Term Sheet, MOU, LOI, etc.), asistencia durante todo el proceso de Due Diligence, negociación y redacción del acuerdo de inversión y pacto de socios, hasta el cierre de la operación.

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